lunes, 11 de febrero de 2008

Todas se llaman pajarito.


Hace ya varios años una querida amiga nos pidió que la acompañáramos. Le habían encontrado un quiste en el útero, estaba creciendo rápidamente y la única opción que le planteaban era una cirugía.
El Círculo se reunió, coordinamos un ritual para prepararla, acordamos hacer reiki a distancia durante la operación y organizamos un horario de visitas para consentirla durante el postoperatorio.
Recuerdo esos días con mucho cariño, eran tiempos en los que aprendimos leer entre líneas, a escuchar sin prejuicios y a aceptar con regocijo nuestros más primitivos instintos. Por eso observamos con alegría el paso rápido de una arañita que caminó sobre el cuerpo de nuestra amiga mientras meditábamos. Por eso, durante la sesión de consentimiento que me correspondió, ni siguiera me cuestioné qué tenia que hacer cuando empecé visualizar un hilito plateado que le salía del ombligo a mi amiga: simplemente lo tome y empecé a zurcir heridas y dolores y desencuentros y otras mil cosas que tenían que ser remendadas. Por eso algunas lágrimas se nos escurrieron entre la risa nerviosa y los pelos de gallina cuando aquella querida amiga nos contó que esa mañana, antes de salir al hospital, mientras se lavaba las maños, vio otra araña cerca del paño y finalmente recordó. Recordó a su padre diciéndole desde muy niña que una arañita le había contado sus secretos.
Y es que las intimidades se tejen de muchas maneras con muchos nombres y muchos rituales. Durante mi infancia los pajaritos eran los chismosos del barrio, pero resulta que ahora las contadoras son las arañas. Las adopte en honor a mi amiga, a su sabio padre y a los muchos puentes que esas señoras me han ayudado a tejer. Hoy me resulta muy simbólico retorcer el alambre hasta verlas surgir casi por arte de magia. Sin embargo todas mis arañas se siguen llamando: pajarito.

No hay comentarios: