jueves, 21 de febrero de 2008

Mulurtmi o la Diosa del Mar

Mulurtmi
-Los bribris somos temerosos del mar, casi nunca nos adentramos en él. Quizás por eso le inventamos una bonita leyenda:
Mulurtmi era una mujer muy inquieta, siempre en movimiento. Un día fue a visitar a un awá. Cuando un awá guarda ayuno, no puede tocar a nadie, aclara Juanita Segundo al recrear la leyenda. Mulurtmi le pidió permiso de acostarse en su hamaca. No le costó mucho convencer al curandero. Entrada la noche, ella sintió deseos de orinar. Como estaba tan oscuro, le pidió su bastón prestado. Un awá nunca debe separarse de su bastón, pero Mulurtmi sabía cómo persuadir a los hombres. “Llévalo, pero no lo sueltes ni dejes que caiga al suelo”, recomendó el awá. Ella no hizo caso alguno y cuando intentó recuperar el bastón de la tierra, éste se convirtió en serpiente y la mordió. El awá no pudo curarla. Ella murió, pero su vientre crecía y crecía. “Dios, como es Dios, sabe lo que ella significa”, apunta Juanita, así que mandó unas ranitas a posarse en su estómago para que no estallara. Las ranas escucharon ruidos misteriosos en las entrañas de la diosa muerta. Era una criatura llorando desconsoladamente. Las ranitas se pusieron a arrullarla, pero el vientre seguía inflándose hasta reventar y lo que brotó fue un árbol y mucha agua salada. El árbol creció y creció, traspasó la bóveda del cielo. Sibú comenzó a preocuparse y envió a unos hombres a cortarlo, pero el árbol se sellaba cada vez que lo herían, porque los hombres comían alimentos secos. El árbol estaba a punto de romper el techo cósmico. Fueron enviados otros hombres que hundían el hacha en el tronco y sólo conseguían sacar astillas. Sibú mandó entonces a Okama y otros espíritus que al fin derribaron el árbol y, antes de que las aguas se perdieran en el espacio, mandó al venado a circundar la tierra para que el gran océano derramado de las entrañas de Mulurtmi quedase como un anillo alrededor del mundo. Fue así que las hojas se convirtieron en peces, las loras en tortugas, la araña en pulpo o en estrella de mar; y muchos pájaros que habían hecho su nido en el gran árbol se quedaron viviendo cerca del mar, como las gaviotas y las fragatas. Ese fue el mar apacible, intempestuoso, a veces femenino, que surcó Colón, el mar Caribe.
Tomado de "Sibú, los bribris y la diosa del mar" escrito por Yazmin Ross

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