viernes, 18 de junio de 2010

Para mi papá



“Por una gran casualidad al resbalarse una caja de zapatos de un anaquel conteniendo diapositivos de tamaño 6x6 cm (los que tomaba con la cámara Roleiflex), encontré muchas tomas que había olvidado completamente. En muchas el color se ha perdido, la película era Ektachrome, no siempre muy estable. He tratado de restituir el color en algunas, pero no siempre con un resultado óptimo. Te iré mandando algunas copias. La fecha anotada era 1963. En Septiembre de ese año partí a la universidad en Texas.”
Eric Bosc, en un correo a uno de sus amigos de infancia.


En las fotos aparece mi papá vestido de blanco y sus amigos Eric Bosc, Eduardo Chumpitasi, Raul Puente y Neville More. Tienen alrededor de 23 años, todos han sido amigos y compañeros desde chicos. Están en la universidad y pronto se van a dispersar por el mundo. En varios casos ese viaje, que apenas empezaban, no los llevará de vuelta a Lima.
Papi lleva casi 50 años de haber salido del Perú. Todos mis hermanos y hermanas nacimos durante ese recorrido que finalmente lo trajo a Costa Rica. Todos somos producto de ese espíritu de aventura, todos masticamos esa noción de que pertenecemos a muchos lugares y de que la familia se vive y se nutre a pesar de la distancia. Eso heredamos de mi papá, por eso me gusta ver estas dos fotos, porque representan un momento en el que todo estaba por darse y en el que cada uno de mis hermanos y hermanas éramos una posibilidad remota pero que ya empezaba a gestarse.
Gracias Papi por haber sido un trotamundos, por habernos enseñado que las únicas fronteras son las que creamos en la mente y que el corazón, aunque no siempre lo ande cantando a voz en cuello, es el país más grande y bello.

jueves, 3 de junio de 2010

Tomo la palabra.



Con los años he aprendido que cuando calló tarde o temprano mi cuerpo toma la palabra. A veces esos silencios no son voluntarios. La mayoría de las veces son simplemente el desfase entre el tiempo que me toma vivir la vida y darme cuanta de lo que estoy viviendo. En medio de ese hacer, y mientras sigo siendo, se me pierden: palabras, besos, cariños, suspiros, ideas, cóleras, sustos y alguna que otra frustración que mi memorioso cuerpo no olvida tan fácilmente como mi corazón de alondra.
La semana pasada mi cuerpo reclamo y lo hizo contundentemente. La fiebre, el dolor, los mocos, la tos, el cansancio y sobretodo la falta de voz son señales inequívocas de que no he estado diciendo lo que mi corazón necesita decir. Todavía no he recuperado la voz, pero ya me regresaron las ganas de contar, no en vano en los últimos 3 días varios de mis amigos y amigas han vuelto a escuchar de mí.
Es bueno saber que ahí están y que difícilmente les asustan mis silencios… o mis ganas de hablar.
La foto es del trabajo de Juanita Gonzalez.