jueves, 3 de junio de 2010

Tomo la palabra.



Con los años he aprendido que cuando calló tarde o temprano mi cuerpo toma la palabra. A veces esos silencios no son voluntarios. La mayoría de las veces son simplemente el desfase entre el tiempo que me toma vivir la vida y darme cuanta de lo que estoy viviendo. En medio de ese hacer, y mientras sigo siendo, se me pierden: palabras, besos, cariños, suspiros, ideas, cóleras, sustos y alguna que otra frustración que mi memorioso cuerpo no olvida tan fácilmente como mi corazón de alondra.
La semana pasada mi cuerpo reclamo y lo hizo contundentemente. La fiebre, el dolor, los mocos, la tos, el cansancio y sobretodo la falta de voz son señales inequívocas de que no he estado diciendo lo que mi corazón necesita decir. Todavía no he recuperado la voz, pero ya me regresaron las ganas de contar, no en vano en los últimos 3 días varios de mis amigos y amigas han vuelto a escuchar de mí.
Es bueno saber que ahí están y que difícilmente les asustan mis silencios… o mis ganas de hablar.
La foto es del trabajo de Juanita Gonzalez.

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