jueves, 28 de febrero de 2008

Lo que bien se aprende.

taichi

No, no se olvida lo que realmente nos costo, lo que nos hizo esforzarnos y concentrarnos y tratar una y otra vez hasta lograrlo. Por eso no se olvida la técnica perfecta para hacer el lazo del zapato, ni como curvar la lengua para silbar, ni ese incomprensible jueguito de pies y manos para arrancar el carro en una cuesta. Tratas y tratas hasta que algo hace clic en tu cabeza y tu cuerpo finalmente deja de resistirse.
Lo curioso es que, casi sin darte cuenta, ese esfuerzo primordial se convierte en un reflejo. Nadie piensa en las sincronías y mecánicas que implica dar un simple paso, sin embargo cuando los niños están aprendiendo caminar, ese primer paso los hace dejar de comer y hasta de hablar.
Hace un par de noches lo comprobé. Después de por lo menos 8 años de no hacer Taichi, regresé a clases y el resultado me sorprendió: mi cabeza no recuerda mayor cosa… ¡pero resulta que mi cuerpo si! Recuerda perfectamente la posición correcta, el balance adecuado o, como observó una amiga que también esta retomándolo, aquel movimiento en el que todavía estabas pegada. Todas esas cosas el cuerpo las sabe y las recuerda bien.
Volver a hacer Taichi ha sido una magnífica experiencia.

Ver aquí más información sobre Taichi.

lunes, 25 de febrero de 2008

Non, je ne regrette rien

Siempre me han gustado su voz y sus canciones.
Disfruté mucho la película y la actuación de Marion Cotillard magnífica.

jueves, 21 de febrero de 2008

Mulurtmi o la Diosa del Mar

Mulurtmi
-Los bribris somos temerosos del mar, casi nunca nos adentramos en él. Quizás por eso le inventamos una bonita leyenda:
Mulurtmi era una mujer muy inquieta, siempre en movimiento. Un día fue a visitar a un awá. Cuando un awá guarda ayuno, no puede tocar a nadie, aclara Juanita Segundo al recrear la leyenda. Mulurtmi le pidió permiso de acostarse en su hamaca. No le costó mucho convencer al curandero. Entrada la noche, ella sintió deseos de orinar. Como estaba tan oscuro, le pidió su bastón prestado. Un awá nunca debe separarse de su bastón, pero Mulurtmi sabía cómo persuadir a los hombres. “Llévalo, pero no lo sueltes ni dejes que caiga al suelo”, recomendó el awá. Ella no hizo caso alguno y cuando intentó recuperar el bastón de la tierra, éste se convirtió en serpiente y la mordió. El awá no pudo curarla. Ella murió, pero su vientre crecía y crecía. “Dios, como es Dios, sabe lo que ella significa”, apunta Juanita, así que mandó unas ranitas a posarse en su estómago para que no estallara. Las ranas escucharon ruidos misteriosos en las entrañas de la diosa muerta. Era una criatura llorando desconsoladamente. Las ranitas se pusieron a arrullarla, pero el vientre seguía inflándose hasta reventar y lo que brotó fue un árbol y mucha agua salada. El árbol creció y creció, traspasó la bóveda del cielo. Sibú comenzó a preocuparse y envió a unos hombres a cortarlo, pero el árbol se sellaba cada vez que lo herían, porque los hombres comían alimentos secos. El árbol estaba a punto de romper el techo cósmico. Fueron enviados otros hombres que hundían el hacha en el tronco y sólo conseguían sacar astillas. Sibú mandó entonces a Okama y otros espíritus que al fin derribaron el árbol y, antes de que las aguas se perdieran en el espacio, mandó al venado a circundar la tierra para que el gran océano derramado de las entrañas de Mulurtmi quedase como un anillo alrededor del mundo. Fue así que las hojas se convirtieron en peces, las loras en tortugas, la araña en pulpo o en estrella de mar; y muchos pájaros que habían hecho su nido en el gran árbol se quedaron viviendo cerca del mar, como las gaviotas y las fragatas. Ese fue el mar apacible, intempestuoso, a veces femenino, que surcó Colón, el mar Caribe.
Tomado de "Sibú, los bribris y la diosa del mar" escrito por Yazmin Ross

martes, 19 de febrero de 2008

Más arañas


lunes, 18 de febrero de 2008

Otra araña


Esta araña es mucho más pequeña que las que suelo hacer, solo mide 3 cm.

viernes, 15 de febrero de 2008

Un verano de los 80´s


¿Se acuerdan?
Si no me fallan los cálculos, esta foto se tomó hace veintitantos años. Es una de las pocas veces que la tribu logro reunirse casi por completo. Solo falto Michel que, si mal no recuerdo, unos días antes de viajar se lesiono la rodilla.
Fue un campamento magnífico, lleno de recuerdos y mucho, mucho verano.
Por las noches pasábamos de las historias del cura sin cabeza y las carcajadas maléficas de Diego a los chistes de Sole. La risa era tan contagiosa y las edades tan variadas, que estoy segura de que la mayoría nos reíamos más por el efecto expansivo de la primera carcajada que porque realmente entendiéramos los chistes. Gonzalo, que ya era mayor…je,je… se negó a compartir con el resto de esos bárbaros primos la tienda de campaña, así que tenia “ su propio departamento de soltero”.
Pasábamos las tardes recogiendo baldes enteros de conchitas para la salsa de espaguetis de la cena. Todos ayudábamos, pero Silvia y Rocío eran las verdaderas especialistas en pelar 5 y comerse 2 sin que el abuelo las pescara. Todavía no me explico como no se indigestaron y hasta se me hace injusto que la única que se enfermó y tubo que regresar a la cuidad fuera Marcela.
El mar estaba delicioso pero a algunos les cobro caras las chapoteadas. Si no, pregúntenle a Mario. Estábamos sentados en la playa cuando lo vimos saludarnos desde el mar con el traje de baño en la mano. Ocasión que uno de los primos mayores no dejo pasar para robárselo y traerlo hasta la orilla. Claudia salio al rescate, con tan mala suerte que una ola se lo arrebató de las manos y Mario tuvo que esperar muy acongojado, mientras los demás tomábamos aire entre carcajada y carcajada y a alguien se le ocurría ir a búscale otro traje de baño.
Toda había no habían nacido Cecilia y Andrea, las menores de mis primas, pero se que ya han escuchado las historias de ese viaje y estoy segura de que para ellas como para los demás forman parte de las crónicas de la familia.

jueves, 14 de febrero de 2008

Otro 14 de febreo ¿sola?


Esta mujer es de mis favoritas, no deja de tocarme el alma. Se llama Julia Ardón y es una de mis blogeras favoritas.

La prioridad

Hoy que tuve mañana de hospital recordé un cuento corto de Fernando Contreras. Si no lo han leído búsquenlo por que es muy bueno.

La prioridad
No sin cierta parsimonia, los detalles de la intervención fueron expuestos uno a uno. Después se habló de los riesgos: ¡No eran pocos!
Se habló por último de las condiciones en las que se continuaría... en el mejor de los casos: ¡No eran halagüeñas!
Hubo un silencio tangible seguido de una voz apagada:

“Usted Sálveme, después yo decido si quiero seguir viviendo o no”.



Urbanoscopio, Fernado Contreras.

Escribir


Escribir para verter este ansia incontenible de vivir.
Escribir para ordenar el marasmo de pensamientos y sentimientos infinitos de mi interior.

Escribir. Escribir para sentirme viva, para saber que existo. Escribir para tener una razón por la que seguir en pie: la de narrar, la de contar, la de explicar, la de hacer la vida más llevadera, montada sobre las nubes peregrinas e informes de las palabras.

Escribir. Escribir y dejar que se apodere de mí esa sensación que desasosiega el alma, que la desata y la hace enorme, como el cielo, como el propio universo, donde no existimos nada más que la palabra y yo y jugamos a ese escondite donde la busco y la encuentro o donde la busco y se me perdió.

Escribir. Escribir para experimentar la gloria, el relámpago que sacude y electriza mi espina dorsal y se instala en lo más profundo e interno de mi cerebro y me vierte y me anega y me returce y me hace sacar espumarajos por la boca, por las manos, por los dedos, como en un ataque de rabia.

Escribir.Escribir porque sí, porque me apetece, porque no me cuesta, porque es natural. Y no he de pensar, ni he de buscar, ni he de intentar ser quien no soy. Fuera disfraces, complejos, prejuicios, estilos de vida impuestos, sueños vendidos al mejor postor en un ataque de seguridad. Escribir y ser yo y hacer aquello que me es innato.

Escribir.Escribir para que la herida no duela tanto, para el sufrimiento sea más liviano, para dejar ya de acumular, de mantener en el interior bloqueos y desgracias y sueños y deseos y anhelos y esperanzas y vida fértil e inmensa vida corriendo por las venas, palpitando en cada una de mis entrañas, demandándome a gritos su formación, su creación y su destino.

Escribir. Escribir y no pensar, sólo teclear enloquecida el ordenador o garabatear letras sin sentido en las páginas de un bloc. Escribir y tener la curiosa sensación de ser la sola destinataria de mis palabras -alguien enseñándome a través de mí.

Escribir. Escribir para gozar, para explotar, para eclosionar, para mostrar. Sí, miradme: soy ésta y no me avergüenzo, no me duele que no os guste, no me duele que me rechacéis, no me duele vuestra falta de aprobación. Escribir.Escribir y emocionarme y anegar mis ojos de lágrimas -el agua pujando por manar de mis pupilas- cuando alguien me dice que le gusta.

Escribir. Escribir para vivir, para darme fuerza, para ser feliz y sonreír. Escribir para ti, para mí, para todos. Para ti que me lees dondequiera que estés y conoces mi alma. Para mí, que me sano, me creo y me recreo en estas palabras. Escribir. Escribir y sentir, escribir y morir en cada palabra, en cada letra, en cada idea dejada al viento y a la mano de Dios (la mano de todos nosotros) para que fecunde, para que siembre, para que recoja, en tu ser, en el mío, en el de todos.

Escribir. Escribir para saber que esta luz es inmanente, que esta fuente es inagotable, que siempre puedo acudir a su orilla y saciar mi sed.

Escribir.
Escribir y vivir. Escribir y ser.Y nunca, nunca dejar de escribir.

http://aranzazucg.blogspot.com/2007/06/escribir.html

lunes, 11 de febrero de 2008

Todas se llaman pajarito.


Hace ya varios años una querida amiga nos pidió que la acompañáramos. Le habían encontrado un quiste en el útero, estaba creciendo rápidamente y la única opción que le planteaban era una cirugía.
El Círculo se reunió, coordinamos un ritual para prepararla, acordamos hacer reiki a distancia durante la operación y organizamos un horario de visitas para consentirla durante el postoperatorio.
Recuerdo esos días con mucho cariño, eran tiempos en los que aprendimos leer entre líneas, a escuchar sin prejuicios y a aceptar con regocijo nuestros más primitivos instintos. Por eso observamos con alegría el paso rápido de una arañita que caminó sobre el cuerpo de nuestra amiga mientras meditábamos. Por eso, durante la sesión de consentimiento que me correspondió, ni siguiera me cuestioné qué tenia que hacer cuando empecé visualizar un hilito plateado que le salía del ombligo a mi amiga: simplemente lo tome y empecé a zurcir heridas y dolores y desencuentros y otras mil cosas que tenían que ser remendadas. Por eso algunas lágrimas se nos escurrieron entre la risa nerviosa y los pelos de gallina cuando aquella querida amiga nos contó que esa mañana, antes de salir al hospital, mientras se lavaba las maños, vio otra araña cerca del paño y finalmente recordó. Recordó a su padre diciéndole desde muy niña que una arañita le había contado sus secretos.
Y es que las intimidades se tejen de muchas maneras con muchos nombres y muchos rituales. Durante mi infancia los pajaritos eran los chismosos del barrio, pero resulta que ahora las contadoras son las arañas. Las adopte en honor a mi amiga, a su sabio padre y a los muchos puentes que esas señoras me han ayudado a tejer. Hoy me resulta muy simbólico retorcer el alambre hasta verlas surgir casi por arte de magia. Sin embargo todas mis arañas se siguen llamando: pajarito.

jueves, 7 de febrero de 2008

Boleros que no bailan.


Mi papí los coleccionaba. Ya casi lo había olvidado. Los descubrieron mis sobrinas todos revueltos en una bolsa dentro de un baúl. Son 104 y juntos forman un curioso mapa de los ires y venires de la familia y amigos del señor Montoya. Mi hermano mayor reconoció uno que había traído desde Vietnam y yo recordaba claramente al zapatero que jugaba con otro frente a su pequeño local en Cuzco. Marcela, la menor de mis hermanas, tomo uno rojo de plástico con una curiosa forma triangular y bolita amarilla para explicarle a las niñas que ese era uno de los juguetes de las “cajitas felices” cuando ella era pequeña, hace 10 y tantos años.
Cada uno de esos boleros me recordó lo bailado y lo comido.