miércoles, 17 de junio de 2009

Cosecha de montaña


Algunos somos gente de mar, otros de montaña. Algunas veces los de mar nos aventuramos a las alturas y suceden cosas magníficas. Lo que sigue lo escribí hace varios años, fue un descubrimiento que en ese momento me tomo por sorpresa. No pretendía ser ni es poema, más bien es una sensación condensada entre palabras hiladas y deshilvanadas al calor del momento.

Volcan Turrialba, créditos aquí.

Creí perdida tu mirada clara,
Olvidado el alboroto rebelde de tu pelo,
el timbre de tu voz dormida,
y la premura de tus besos.

Hoy me sorprendió tu recuerdo amodorrado
bajo la calidez casi implacable del sol de montaña,
Me pareció escucharte en el silencio a voces del páramo,
Y sentí el insolente latigazo del viento cargado de semillas
llenas de memorias que se resisten a languidecer
bajo la sombra húmeda, siempre fría
y llena de promesas, que las seduce.
Del olor a hierba recién pisada, me llegaron mil reclamos
de nuevas aventuras y nuevos tributos pagados
en sabia, sudor y semen.

Me sorprendieron como si nunca los hubiera visto.
Me sorprendieron como si nunca hubieran sido míos
el privilegio de amar tus hojas verde, tus cañas bravas,
tus musgos tiernos, tus senderos sin principio ni final.

Y desperté, desperté recordando, para nunca olvidar,
que hay amores sin nombre ni patente
que solo son y por lo tanto crecen dulces
más salvajes, más libres y placidos
y a la vez más tenues, más sutiles y desdibujados
para quienes no descubren que al amor no siempre
le retoñan nombres de Adanes o Evas.

Hoy el amor me sabe más tierra, viento, sol y
nubes cargadas de aguas buenas para lavar el alma.
Hoy amor, me sabes montaña.


2 comentarios:

Mario Merino Murray dijo...

¡Bravo!!!
¡que rico !!!

Ale dijo...

jajajaja.....gracias