lunes, 3 de marzo de 2008

Lindo como las veraneras.

bouganvillea av

No recuerda ya los dolores del parto, no recuerda los viajes que la llevaron por los rincones más remotos, ni los matrimonios de sus hijos, ni los bautizos de sus nietas y a veces tampoco los nombres de los bisnietos. Hace mucho olvidó las humillaciones del matrimonio y se rehúsa a recordar otras mil desgracias cotidianas, pero recuerda claramente el camino embarrialado por el que hace ya muchas décadas regresaban los jornaleros del campo. Recuerda el calor del sol pegando de frente al corredor y la curiosidad de ver al chiquillo aquel entre los hombres.
Nunca cruzaron más que un “buenos días” o un “buenas tardes” pero cuando le pregunté por su primer amor no dudó ni un segundo: “Lindo Morales”
Solo puedo imaginarlo lindo como las veraneras en flor, lindo como la piel sedosa de los congos recién nacidos, lindo como las primeras hojitas tiernas del invierno, lindo como las partículas de polvo que se suspenden eternamente entre los rayos de sol, lindo como la libertad de aquellas fincas turrialbeñas que jamás conocí. Pero ella mucho más práctica, menos ingenua e infinitamente más sabia que yo, simplemente lo recuerda Lindo, como Hermelindo Morales

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