martes, 17 de junio de 2008

How do you mend a broken heart?

No se muy bien como funciona esto de los corazones rotos. A veces pienso que me debo haber saltado la clase en la que tenía que aprender como se sobrevive “dignamente” un desencuentro del corazón.
El caso es que no me calzan las lagrimas, ni los ataques de celos y mucho menos la escena de la mujer ahogando las penas en helado de chocolate….nop esa no soy yo. Tampoco me veo en medio de una batalla con platos y vasos que vuelan y hasta el chasquido de una bofetada tipo punto-final-a-esta-relación me parecen finales bastante absurdos y hasta truculentos.
Sin embargo recientemente descubrí, muy a pesar mío, que me resultan muy efectivas un par de frases cercenadora, de esas que me dejan vacía de toda la ira y la frustración que soy capaz de sentir. El resultado es tristemente devastador sobretodo porque, por lo menos en este caso, no es más que la consecuencia de sentirme acorralada y arrastrada al centro de una vorágine en la que jamás me imagine que podía llegar a encontrarme. Como dice mi sabia amiga María no nos imaginamos de lo que somos capaces hasta que nos llevan a nuestro límite.
En medio de la devastación y del silencio que semejante hecatombe puede dejar tras de si, el cerebro cobardemente se desconecta… ya no funciona y el corazón, noble y fiel como siempre, toma las riendas de nuevo. Quizás por eso rapidito recordé que no soy esa bestia de tres lenguas a la que no reconozco y poco después, sorprendentemente y casi por milagro, también recordé que ese bárbaro prehistórico capaz de herirme de semejante forma, en algún momento fue capaz de corresponder mis amores y pasiones. Dos insípidas ideas, lo admito, pero al fin y al cabo la catarsis resulta y me siento mucho mejor.
Todo esto me lleva a sospechar que mi querido corazón no debe andar tan roto como se supone y que probablemente sea mucho más inteligente de lo que yo suponía.



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